Día 1. Comenzamos.
Hoy ha sido el primer día de nuestra semana de voluntarios de ACA en Sierra Nevada. Participamos en el muestreo de macroinvertebrados que junto con las mediciones físico-químicas y de caudal, permiten medir la evolución de los ecosistemas de este maravilloso Parque Nacional.
Por la mañana, hemos cogido fuerzas desayunando todos juntos para después bajar del alojamiento hacia la oficina de turismo del parque nacional. Allí, uno de los guías nos ha podido explicar la gestión del parque, su historia y la de sus gentes y darnos una introducción de lo que esperamos conocer estos días.
Después vimos unas ardillas bebés rescatadas que iban camino a un refugio de animales y hemos subido a Maitena donde hemos hecho la primera parada, para observar aves.
A la hora de comer, llegamos a GENIL1, primer punto de muestreo, donde nos han explicado paso por paso cómo tomar las muestras protegiendo el entorno. Antes de llegar, un lagarto nos esperaba al borde del barranco.
Hace sol, el agua está fría y el día pasa muy rápido. No sé cómo ya es la hora de volver al hotel y cenar, todos estamos hambrientos y felices.
Para cerrar el día hemos repasado los macro invertebrados que estamos muestreando y nos han explicado cómo funciona el censo de aves colaborativo que centraliza SEO Bird life. Mañana más, pero mejor imposible. 💞
Día 2. Trevélez, muestreos y jamones
El segundo día de voluntariado empezó tomando fuerzas en la cafetería del alojamiento para lo que ya nos habrían avisado que iba a ser un día completito; iríamos a conocer un pueblo famoso por su jamón, Trevélez, con el fin de realizar dos muestreos en el río que toma su nombre, lo cual implicaría hacer una ruta que nos permitiría ver gran cantidad de bichitos.
Tras el desayuno, preparamos nuestras mochilas y recogimos el material que habíamos desinfectado la noche anterior. Como ya era costumbre, los murcianos acabaron en los asientos del final y los madrileños en el centro, en parte motivado por la gran cantidad de curvas que nos esperaban hasta nuestro destino y por no dejar toda la responsabilidad a la biodramina, el compañero más fiel en este viaje.
Durante el trayecto nos vimos obligados a realizar dos urgentes paradas, causadas por la aparición de unas grandes aves que nos sobrevolaron. Los culpables de este contratiempo acabaron siendo un águila calzada, y posteriormente tres abejeros junto con otra calzada. Este último avistamiento nos sorprendió muchísimo ya que esta especie no es característica de esta zona.
Seguimos nuestro camino hasta llegar al famoso pueblo de Trevélez, y a pesar de que nos habían hecho mucho hincapié en que este pueblo era famoso por su jamón, nos quedamos asombrados de que no solo había jamón en las cartas de sus bares, sino que todas las fachadas, fuentes y calles se encontraban llenas de espectaculares monumentos al jamón, sinceramente, no creo que seamos capaces de describirlo con palabras.
Metiéndonos en materia, en el día de hoy se hicieron dos muestreos, ambos en el río Trevélez. El primero de ellos se encontraba alejado de la zona de aparcamiento, por lo que repartimos el material y nos pusimos a andar hasta allí; tal vez la ruta tendría una duración de 1 hora, sin embargo, se alargó bastante más debido a la gran cantidad de animales y planta que encontramos por el camino; licénidos, ¡¡libélulas, mariposas, una oropéndola, currucas, orquídeas… incluso helechos!! Finalmente llegamos a una zona con un bonito puente de piedra que marcaba nuestra zona de muestreo, nos pusimos manos a la obra y durante el tiempo de trabajo pudimos ver algunos señores con sus caballos, haciendo uso tradicional del terreno y llegando a sus propiedades de una forma un tanto diferente a la que todos esperaríamos. Tras la comida realizamos el segundo punto de muestreo, en este caso nos encontrábamos mucho más cerca del coche, y este nos regaló la compañía de una pequeña comadreja. Este pequeño animalito quedará muy bien guardado en nuestras retinas ya que, para la mayoría, era la primera vez que lo veíamos y nos pareció de lo más bonito. Después de este completo día volvimos al alojamiento, cenamos, y disfrutamos de un ratito de charla y risas que ayudó a que todos nos conociéramos todos un poquito más.
Día 3. Bichos raros en la montaña y otras cosas molonas.
El tercer día de voluntariado nos recibe con la agradable brisa matutina de Capileira. Como cada mañana, nos reunimos todos frente a la puerta del comedor. Decidir con que plato empezar el día ya no nos abruma tanto. Pronto aparecen en la mesa huevos revueltos, bacon, bizcochos, tostadas, fruta… Y pronto desaparecen. A eso de las 09:20 ya tenemos la furgoneta preparada con todo el material necesario para el muestreo. Hoy tomamos el otro sentido de la carretera, en dirección al refugio del Poqueira. En el trayecto, Manuela nos habla de las acequias musulmanas, de los pinos introducidos en el parque y, además, nos incita a pensar un poco por nuestra cuenta en cuestiones medioambientales. La sierra se ve con una nitidez que impresiona a Manuela, e inmediatamente a todos nosotros.
Antes de llegar a la base del Mulhacén, paramos en un mirador desde el que se ve la costa de Granada y Almería, incluyendo su mar de plástico. Nos quedamos un rato observando la imponente panorámica, con la compañía de un pequeño perrito negro (bastante molón) que se nos acopla un rato. Ya en la base, cogemos el material y comenzamos a andar. En los primeros pasos detectamos insectos majos con ayuda de Camacho. No tardamos en encontrar el primer Eumigus rubioi (a.k.a. saltamontes gordo) y machos y hembras de Baetica ustulata, ambos insectos endémicos de Sierra Nevada. Con cuidado de no pisar a nuestros anfitriones, nos dirigimos al refugio. A nuestra mano derecha descansa el Mulhacén, que nos engaña con su fachada de cerro. A nuestra izquierda, el mar de Alborán y, frente a nosotros, el Veleta, que mantiene como puede algunos neveros. Recorriendo el sendero vemos muchos pájaros molones de cuyos nombres no puedo acordarme, salvo de los cernícalos y los buitres leonados. También vemos cabras y plantas de la zona. El paisaje de montaña, colosal ante nosotros, emociona.
El punto de muestreo de hoy es en el río Naute, que más abajo se convierte en el Poqueira. Disfrutamos un rato del lugar tras el trabajo y deshacemos el camino. El regreso, que es cuesta arriba y con los rayos del mediodía sin darnos tregua ni opción de cobijo, se hace más duro que la ida. Sin embargo, somos capaces de llegar sin bajas a la furgoneta.
Comemos en un merendero protegido por el pinar que cubre la barrera de acceso. El aire y la sombra nos ayudan a recuperarnos del sol. Volvemos al hotel, desinfectamos el equipo y nos vamos a la piscina. La tarde la tenemos entera para nosotros y la invertimos en descansar y disfrutar. Junto a la piscina nos encontramos con una mariposa macaón. Nos quedamos un rato observando como aletea entre las flores moradas hasta que una gorriona cae sobre ella cómo un torpedo. La mariposa, a pesar de todo, logra zafarse por el margen de la fachada.
Después de la cena damos un paseo por Capileira. Manuela nos explica las estructuras típicas de pizarra de la zona y la forma característica de las chimeneas. Escuchamos a los vencejos ocultos en los huecos que las fachadas de las casas hacen al encontrarse con el tejado. Seguimos andando hasta la era más alejada. Continuamos por un camino que se adentra en la oscuridad y, desde allí, observamos el cielo. Nunca he observado un cielo tan nítido. Escuchamos un autillo y Camacho me enseña a detectar la estrella polar a partir de la osa mayor. Cuando decidimos regresar, nos llega un ruido monótono desde un árbol. Estamos un rato buscando en silencio, pero nadie logra identificar nada.
Ya en la entrada del hotel Manuela, que se ha tomado un café tardío y le queda aún pila, nos propone ir al gran columpio morado que mira a Capileira. La mayoría la acompañamos hasta el columpio, desde dónde nos llegan las luces y sonidos de la verbena de un pueblo alpujarreño cercano. Cuando parecía que la noche no tenía nada más que ofrecernos, Camacho caza una luciérnaga para que podamos mirarla de cerca. Sin duda, uno de los días más especiales de este año, e incluso de mi vida.
Día 4. Una central hidroeléctrica, muestreos y ortigas.
Comenzamos el cuarto día del voluntariado con un desayuno copioso en el buffet de nuestro maravilloso hotel porque hoy nos toca un día largo de muestreos, el plan es hacer los dos últimos puntos que nos quedan en el Parque Nacional.
Cogemos el material desinfectado del día anterior, lo metemos en la furgo y avanzamos por un camino bastante tortuoso hacia la Central Hidroeléctrica del Poqueira, cruzando por La Cebadilla mientras Manuela nos cuenta sus historias de fantasmas. Por las ventanillas de la ACAneta podemos disfrutar de las vistas de las altas cumbres de Sierra Nevada. Llegamos, nos “virkoneamos” las botas, repartimos el material y nos ponemos en marcha para subir al primer punto de muestreo.
Hoy la ruta viene con bastantes cuestas y calor, pero tenemos la suerte de que nos encanta pararnos cada cinco minutos a mirar cualquier cosa que se mueva, permitiéndonos ir recuperando el aliento. En este trayecto pudimos escuchar y ver carbonero garrapinos, lagartija colilarga, un duende (Nemoptera bipennis), cigarras, arañas y muchas chinches y mariposas distintas.
Llegamos al POQ-2, en una zona de acequias de careo, que son un patrimonio hidráulico de vital importancia en estas zonas que tienen periodos muy cálidos y secos como en el que estamos. El río baja con mucho caudal en comparación con los puntos que habíamos hecho estos días atrás y se lo pone complicado al equipo de macroinvertebrados, pero no es nada con lo que no puedan. Hacemos el resto de mediciones y trasteando por la zona nos topamos con una mala noticia… garrapatas. Aunque nos alegra un juvenil de lagarto ocelado esperándonos en una roca tomando el sol, junto con una gran variedad de mariposas poniéndose las botas de néctar. También vemos la planta de la cicuta junto al río y la planta del curry (Helichrysum sp.).
Recogemos todo y desandamos el camino hecho para parar a comer antes del último punto, que está cerca de la furgo. A lo alto se ven cabras paseándose.
El acceso al POQ-3 se resiste un poco con un camino lleno de zarzas y ortigas, pero logramos llegar al río, que es un sitio precioso. El equipo de físico-químico coje una muestra de agua y se la suben a la central hidroeléctrica para poder hacer las mediciones allí debido al espacio tan reducido y urticante que hay en la zona de muestreo. En el río vemos larvas de tricopteros, plecópteros, dípteros, exuvias pegadas por todas las rocas… y hasta una trucha.
Después de este completo día los vadeadores ya casi tienen vida propia con esencia de voluntario sudoroso. Felices y agotados, volvemos al hotel para desinfectar el equipo y con tiempo aún de darnos un baño en la piscina y jugar a las cartas.
La convivencia va dando sus frutos y la cena se convierte en una retahíla de referencias compartidas y carcajadas que parecen no tener fin. Ya con la tripa llena, damos un paseo hasta el columpio, desde donde se ve todo el valle iluminado por los pueblos vecinos.
Dia 5. Mamuts, rinocerontes lanudos y… serpientes trepadoras?
Bueno, comenzamos el hermoso día con un desayuno contundente, como todos los días, desde nuestro centro de mando, el hotel Finca Los Llanos. Para tener energía suficiente para parar un tren… o ver quebrantahuesos 👀
La primera parada de hoy va a ser el centro de interpretación del Mamut, y si, has escuchado bien: MAMUT. Por lo visto se encontraron por la zona un cuerno de este prehistórico animal por la zona, lo cual…wow, impresiona.
Pero nosotros no estamos aquí por animales fosilizados, sino por los vivos. Resulta que el centro de interpretación está al lado de la Laguna de Padul, un oasis para todo tipo de fauna, pero sobre todo para pájaros 🦅
Nos internamos por los diferentes pasillos que ofrece el paseo de la laguna y gracias a eso podemos avistar varias aves semiautomáticas, como pueden ser el ánade friso y el real, focha común, garza real e incluso imperial!!! Pero lo mejor está por llegar, cuando nos disponemos a volver a la ACAneta, se escuchan sonidos de alarma que proceden de lo que parecía un papamoscas gris en un árbol. Y es que estaba pegándole un par de voces a una astuta culebra bastarda que se había subido a lo alto del árbol para, según nuestra lógica, comerse unos huevos o lo que pillara por el camino… La bastarda se vio agobiada con tanto humano mirándola y decidió salir por patas (que no tiene) de allí. Brutal.
Un servidor empatiza con la bastarda, a quien no le va a gustar unos huevos para desayunar…?
Pero bueno, nuestra próxima parada es el restaurante La Casita de Papel, ubicado en Lanjarón, municipio al que hemos venido por otro motivo aparte de comer. Después de una rica comida nos dirigimos al Parque El Salado, ubicado en el propio Lanjarón, donde nos espera Sara, la creadora de Brutal. Durante la tarde la ayudaremos a alimentar los cada vez más pollos de vencejos que se rescatan cada día y es ella, junto a distintos voluntarios, los que se ocupan de cebarlos y darles un tratamiento adecuado para que se recuperen.
Una vez finalizada nuestra labor para con el medio ambiente, nos retiramos a nuestro centro de mando en la hermosa Capileira, la cual nos recibe cansados de una fabulosa, divertida y enriquecedora jornada, llena de emociones. Arrasamos con la rica comida y nos damos una vuelta nocturna para digerir bien la maravillosa tarta de queso, reírnos de nuestras divagaciones y escuchar algún que otro autillo, que nos recuerda que no estamos solos. Y con eso, nos vamos a dormir, exhaustos, pero con el corazón contento y las memorias de este día a buen recaudo…❤
Día 6. Jardín Botánico, Veleta y confesiones nocturnas
Un día más te levantas con el tiempo justo, aprovechando cada minuto de descanso. Sentado en la cama, mientras te vistes, ya se escucha cantar a nuestra fiel compañera matutina, la curruca capirotada, apostada en uno de los densos castaños que rodean el hotel; pero, esta mañana, su canto suena distinto. Esta mañana su canto parece estar cargado de una alegre nostalgia, como si la sabia curruca fuera conocedora de que hoy es nuestro último día aquí.
Como de costumbre, nos reunimos frente a la puerta del restaurante, entre risas y bromas previas al rutinario y colmado desayuno.
Ahora sí, estómago lleno y en nuestras mochilas bocadillos de tortilla, tomate y queso, y cantimploras rebosantes de las puras aguas de Sierra Nevada, comienza nuestro último día.
Tras un importante viaje bordeando Sierra Nevada, conseguimos llegar a nuestro primer destino: el Jardín Botánico Hoya de Pedraza, situado en la cara opuesta de la montaña, donde nos espera Lola, guía del parque, geóloga y con extraordinarios conocimientos sobre entomología, en especial lepidópteros, comúnmente llamados polillas y mariposas. Antes de comenzar su charla, Lola nos ofrece la opción de elegir entre dos posibles temas a ver: “Lepidópteros en Sierra Nevada” o “Polinizadores en Sierra Nevada”; sin atisbo alguno de duda decidimos escuchar ambas dos y Lola, encantada con nuestra respuesta y con la pasión que solo una persona que realmente ama lo que hace posee, se dispone a compartir con nosotros una parte de ese conocimiento. Al terminar las charlas, salimos junto a Lola para realizar una especie de yincana que nos tiene preparada. El reto consiste en avistar el máximo número posible de las especies que nos ha mostrado previamente durante un transecto a pie por los caminos del jardín botánico. Tenemos la suerte de observar especies como Melanargia lachesis, Colias crocea, Pieris rapae, P. brassicae, diversas especies de licénidos, … También avistamos al Pycnogaster inermis, el último de los insectos endémicos presentes en nuestra “lista de deseos”; además de otros insectos polinizadores como abejas, abejorros, avispas, escarabajos, sírfidos, una araña cangrejo blanca sobre una flor de manzanilla y una lagartija colilarga que, probablemente, ha sufrido un intento de depredación, pues ha perdido su característica cola.
Al finalizar el transecto, tenemos la oportunidad de sentarnos a comer mientras Sierra Nevada nos regala unas magníficas vistas a sus picos y valles; y, tras una siesta, por igual breve y reparadora, ponemos rumbo a nuestro siguiente destino: el Veleta.
A escasos kilómetros de la cima, bajamos de la furgoneta y un blanco nevero bajo nuestros pies, destaca sobre las brillantes pizarras que conforman el paisaje de Sierra Nevada, y, al levantar la mirada, el Veleta se alza imponente.
En nuestro ascenso hacia la cima nos acompañan las simpáticas collalbas grises, vestidas para la ocasión con sus elegantes plumajes nupciales, y unas desvergonzadas cabras montesas que nos presentan a sus pequeñas crías.
Alcanzamos la cima. Recuperamos el aliento. 3398 metros de pura belleza y calma. Desde aquí cualquiera podría aventurarse a decir que el tiempo se hubiera detenido, a no ser por el saludo de los vencejos comunes y reales con sus voces estivales y su característico vuelo; y por el descarado acentor alpino, que pasea sin miedo a nuestro al rededor.
Mientras observamos desde lo alto las vacas pastar en los fértiles valles, una pareja de chova piquirroja alza el vuelo desde la pared del Veleta, y, poco después, un buitre leonado planeando bajo nuestros pies. ¿Quién iba a pensar que vería un ser tan majestuoso desde una cota más alta a su línea de vuelo? Impresionante. Tras una sesión de fotos y, ¿por qué no?, hacer un poco el tonto, una pequeña figura esquiva llama nuestra atención entre las rocas del refugio de la cima: un topillo nival que sale fugazmente de su escondite.
Finalmente, y muy a nuestro pesar, es momento de retirada y emprender el viaje de vuelta al hotel. Sin embargo, Sierra Nevada aún guarda una última sorpresa. Nos encontramos con dos trabajadores del parque, que nos advierten del paso del ave más buscada y codiciada durante todo nuestro viaje: un quebrantahuesos sobrevolando nuestras cabezas. Un ave que fue cazada indiscriminadamente en el s.XX hasta su extinción en esta zona, y que ahora está siendo reintroducida.
Llegamos a la furgoneta; viaje de vuelta y nuestra última cena. Mientras cenamos, acordamos dar un paseo nocturno por las calles de Capileira. Bromeamos, reímos, hacemos infinitas referencias a memes españoles, recitamos de memoria escenas de Paquita Salas y por turnos contamos ruinas de nuestro pasado, como en el famoso podcast “La Ruina”. Alcanzamos una era donde, sentados en el suelo formando un círculo irregular, comenzamos a intercambiar opiniones sobre todo lo ocurrido durante el voluntariado. Aunque con estilos distintos — “15/10”, “maravilloso”, “¿A quién no le va a gustar un voluntariado del siglo I?”, … — el sentimiento es unánime, ninguno queremos que acabe, en gran parte por el grupo que se ha creado y la complicidad entre compañeros, compañeras y responsables del voluntariado, pero es inevitable; a la mañana siguiente cada una y cada uno de nosotros estará rumbo a casa. Sin embargo, la despedida no será tan amarga, sabedores de que ya se encuentra marcada en el calendario el primer reencuentro post-voluntariado, y de que hay otras fechas aún por determinar para visitar cada una de nuestras ciudades. Esto no acaba aquí.
Ya de vuelta a la habitación. Una ducha para calmar las emociones y a dormir, que mañana nos espera un largo viaje de vuelta a casa.