Picos de Europa en octubre

Día 1 - El Quebrantahuesos (y Paca) nos dan la bienvenida a Picos de Europa

Nos levantamos el primer día de voluntariado del Parque Nacional de los Picos de Europa en el hostal El Molino, en Arenas de Cabrales (Asturias). Comenzaba nuestra semana, junto a nuestros monitores Mónica y Mikel, y, como iba a ser costumbre durante las siguientes tres mañanas, los gatitos del lugar nos daban los buenos días antes de entrar a la sala donde desayunábamos.

Cogimos fuerzas para sobrellevar el madrugón y preparar nuestro camino en la furgo hacia el centro de visitantes Las Montañas del Quebrantahuesos, de la Fundación para la Conservación del Quebrantahuesos. Como bien dice su nombre, nos explicaron la reintroducción de esta especie tan icónica en la zona y los comienzos hace 25 años, a manos de su vicepresidente Gerardo. Sus experiencias nos llevaron a conocer la evolución de un proyecto que ha ido creciendo y que está suponiendo un éxito en el Parque.

Con un poco de prisa nos movimos hacia la zona de los Lagos de Covadonga, concretamente al Mirador de la Reina. Allí nos esperaban Javier y José Carlos, de la fundación, donde todos los viernes sobre la misma hora consiguen reunir decenas de buitres atraídos por los restos de carne que esparcen en el lugar. Tras sorprendernos un quebrantahuesos cuando aún ni nos había dado tiempo a sacar los prismáticos, nos preparamos en el mirador para ver los buitres reuniéndose, así como otras aves que sobrevolaban el lugar. Una vez acabado el espectáculo, sin resto de carne alguno ya, nos dirigimos a los Lagos y su centro de visitantes donde vimos una reproducción de una cueva con los animales más representativos y una cabaña típica de pastor.

Tras un corto paseo llegamos al Lago Ercina, donde comimos en el Bar María Rosa. Los paisajes verdes montañosos e interrumpidos por los lagos, donde interactúan las decenas de vacas, nos despidieron de esta zona desde la furgo de camino a nuestro primer muestreo de la semana en el Río Duje, cerca de Poncebos.

Era nuestra primera toma de contacto con los análisis físico-químicos, de caudal y de macroinvertebrados. Aunque la lluvia parecía que nos iba a complicar la tarea, fue una buena introducción de mano de los monitores para entrenarnos de cara a los diez muestreos que nos quedaban.

De vuelta en Arenas de Cabrales, nos preparamos con nuestros frontales para nuestra cena en la Sidrería Ribeles. El paseo de ida y vuelta entre El Molino y el restaurante a la luz de la luna siempre se complementaba con el ejercicio de esquivar los múltiples caracoles en el camino y con la compañía de la gata pACA, a quien le pusimos ese nombre y quien siempre nos esperaba para darnos las buenas noches y coger fuerzas para el siguiente día

 

Día 2 - Pisando fuerte

El segundo día comenzamos pisando fuerte: una ruta para llegar hasta el pueblo de Bulnes. El ascenso puede realizarse en funicular, una opción cómoda y segura, pero a nosotras nos va la marcha, y preferimos caminar dos horas cuesta arriba por senderos pedregosos y escalones de roca siguiendo la corriente del río. Fue un ascenso bastante intenso en el que tuvimos que parar a coger aire y descansar, pero mereció la pena. En momentos así se agradece tener un cuerpo que te permita disfrutar de todas estas maravillas de la Naturaleza. Ya arriba subimos un pelín más hasta un mirador, desde donde se podía apreciar más de cerca el Pico Urriellu (en asturiano) o Naranjo de Bulnes, uno de los más altos de Picos de Europa, conocido por sus escarpadas caras donde practicar escalada.

Tras una breve parada en el pueblecito de Bulnes para reponer fuerzas con un buen pincho de tortilla, pusimos rumbo de vuelta, esta vez a paso más ligero ya que íbamos cuesta abajo, aunque eso no evitó algún que otro resbalón casi accidentado. Comimos en un hotel-restaurante de Poncebos, desde donde habíamos comenzado la ruta, y comenzamos el trabajo. Hoy nos tocaba muestrear parte del tramo medio y alto del río Duje, esta vez con solecito, pero con alguna que otra sorpresa.

En uno de los puntos de muestreo se estaba produciendo un vertido de residuos que impidió que pudiéramos realizar el muestreo de macroinvertebrados, por nuestra propia seguridad, y obviamente los niveles de fosfatos y nitratos salían más elevados de lo que nos gustaría en un río limpio. Como tuvimos que recoger más pronto de lo habitual, nos dio tiempo a llevar a cabo una misión de rescate. A una pareja que había aparcado cerca de donde nos encontrábamos se le había estropeado el coche, y el hombre había decidido irse por su cuenta a dedo a un pueblo cercano a buscar una grúa, dejando allí tirada a su mujer. A ella le daba miedo quedarse sola, sin cobertura, sin coche, al lado de un cementerio y de un río contaminado, y nos pilló por banda para que la ayudásemos. Pudimos acercarla en coche hasta el bar del pueblo más cercano, esperando que encontrase allí a su marido, que tuviese cobertura o al menos que no estuviese sola mientras caía el sol.

Mientras ella estaba allí, nosotras seguimos con el último muestreo del día, en un tramo más alto del Duje y esta vez bastante más limpio. Aunque el acceso a través de zarzas y ortigas se hizo algo difícil, al lado del río nos esperaba la merienda: ricas moras silvestres. Terminado el muestreo volvimos al bar donde habíamos dejado a la señora y spoiler…… al final la señora era la que tenía las llaves del coche y fue su marido el que tuvo que ir a buscarla a ella para poder dejar el coche en la grúa.

Ya de vuelta al alojamiento paramos rápidamente en un mirador al lado de la carretera para ver si alcanzábamos el momento en el que el pico Urriellu se teñía de naranja al atardecer (de ahí el nombre de “Naranjo de Bulnes”), pero nos lo perdimos por poco. El sol al atardecer baja muy rápido… pero así nos quedan las ganas de volver en otra ocasión.

 

Día 3 - Una celebración inesperada

El domingo fue un día un poco especial.

Por la mañana, después de coger fuerzas en el desayuno y colocar todo el equipaje en el maletero, dejamos atrás el hostal de Las Arenas (y también al gato que nos acompañaba cada noche en nuestras caminatas al sitio de cenar) y pusimos rumbo a Cordiñanes de Valdeón, donde nos esperaba el segundo (y último) hostal del voluntariado.

Después de pasar por el desfiladero de los Beyos, y unos cuantos pueblos, llegamos al hostal El Tombo. Allí, tras repartirnos las habitaciones y dejar los equipajes, como teníamos tiempo antes de ir a comer, fuimos a muestrear uno de los puntos del río Cares. Cuando terminamos, volvimos al hostal, donde nos dieron abundante y rica comida. A la hora del postre, sin esperarlo para nada, trajeron un trozo de tarta de queso y… ¡celebramos mi cumpleaños!

Por la tarde, volvimos a muestrear otro punto del río Cares. Después de realizar los análisis físico-químicos, analizar el caudal y ver los distintos macroinvertebrados, fuimos a Caín, pueblo donde comienza (o finaliza) la ruta del Cares. Aunque es una ruta que suele estar muy concurrida, a la hora que fuimos, casi no nos encontramos a nadie. Empezando desde Caín hasta la pasarela de los Martínez, disfrutamos del recorrido y de las espectaculares vistas. Tuvimos la suerte de poder observar un mirlo acuático.

Después de reponer fuerzas en la cena, nos preparamos con mucha ropa para el fresco que nos esperaba en la calle. Tras un corto paseo nocturno, llegamos al mirador del Tombo. Aunque la luz de la luna iluminaba bastante (incluso nos hacía sombra), intentamos observar las estrellas y reconocer las constelaciones. Para redondear el día, a la vuelta, nos encontramos con la fauna nocturna: un sapo y una babosa leopardo.

 

Día 4 - “Ahora mandan los melenas”

Desde Posada de Valdeón, con nuestra guía Alicia, hemos recorrido el terreno de batida del lobo. Antaño este terreno poseía vegetación herbácea que, entre otras cosas, favorecía la captura del lobo, hoy se puede disfrutar de un bosque de hoja caducifolia.

Alicia nos fue explicando las ordenanzas escritas ya en el siglo XVII y haciendo referencia a tiempos inmemoriales, sobre las diferentes funciones de los habitantes de los pueblos cercanos en los que estaban obligados a participar proactivamente para la captura del lobo. La labor no era sencilla, había que ir llevando al lobo entre todos y evitando que escapara a una zona de bosque que tapaba una zona semi-cercada que acababa en un "chorco"; una estructura circular donde el lobo caía al intentar huir de los humanos.

Hay que entender, como muy sabiamente nos indicó Alicia, que la relación entre humanos y lobos no es la de hoy en día, y que eran seres considerados alimañas por atacar al ganado, bien de necesaria supervivencia.

Durante la ruta, tuvimos la suerte de ver un Rebeco.

En este día los muestreos que hicimos fueron sobre el río Cares, después de varios días de muestreo, ya cogimos algo de velocidad en su realización.

Hace poco abrieron el Centro de Visitantes en Posada de Valdeón, tiene muchísima información de alto interés del parque, creo que es una visita imprescindible si se va a Picos de Europa. Destacar de este centro de visitantes los nombres que se les están designando por las exploraciones espeleológicas de las cuevas, eran muy divertidas: "ahora mandan los melenas", "meandro de lo que el viento se llevó" o "Galería Ctrl +V"

 

Día 5 - Visita express a Cantabria

Nuestro penúltimo día por los Picos de Europa empezó con un buen madrugón para salir temprano rumbo a la zona cantábrica del Parque, concretamente a Fuente Dé, disfrutando del amanecer desde la furgo, aunque con la mayoría de nosotras durmiendo.

Una vez allí, tras el largo viaje, comenzamos la ruta Monte Quebres con nuestro guía Rubén y, entre el grupo, reconocimos varias caras que resultaron ser las trabajadoras del centro de visitantes de Lagos de Covadonga. Ellas también nos reconocieron a nosotras y fuimos charlando por el camino.

Mientras caminábamos entre hayedos y robledales, a veces por camino y a veces campo a través, el guía iba contándonos singularidades de fauna y flora de la zona cantábrica e información del Parque Nacional, centrándonos en lo que íbamos viendo.

Tras varias subidas pronunciadas y algún dudoso sonido de berrea, llegamos hasta una explanada donde, rodeadas de vacas, descansamos un rato y aprovechamos el paisaje para hacernos alguna foto de recuerdo. Ya volviendo, una de las mejores sorpresas fue toparnos con restos de heces de oso pardo, aunque ya muy secas debido a que según nuestro guía serían de primavera. Aún eran reconocibles por los restos de huesos de los frutos que habría comido.

Al acabar la ruta, nos sentamos en un prado a comernos el bocata rodeadas de ovejas, bajo el teleférico y el deslumbrante sol.

Volvimos a la furgo para ir hasta el primer punto de muestreo en el río Deva, cerca de donde nos encontrábamos. Tras el primer muestreo, nos movimos hacia el siguiente punto haciendo una parada express para reponer el agua de las cantimploras.

Al llegar, tras un resbalón con un excremento de dudosa procedencia, bajamos a las orillas del río, llenas de montones de pequeños mosquitos odiosos que hacían que tras el muestreo tuviésemos que alejarnos del punto para poder hacer más cómodamente los análisis.

Tras un día largo y turbulento, volvimos todas dormidas en la furgo. Una vez en El Tombo, cogimos fuerzas con la cena de cara a nuestro último día.

 

Día 6 - Lo que Darío por volver

Nos levantamos tempranito, era el último día de acción antes de retomar el viaje a nuestras casas. Teníamos muchas ganas porque tocaba ruta micológica con el gran Darío. Llegamos a Soto de Sajambre, un pueblito al que se accede por una carretera estrechísima, pero nada más llegar nos enamoramos del sitio. Todo el pueblo adornado con letreros pintados súper bonitos, un chiringuito con comida y bebida para todos los públicos y un búho de madera dándonos la bienvenida. Llegamos al punto de encuentro y allí nos estaba esperando un grupo de señores mayores montañeros y majísimos que nos iban a acompañar en la ruta.

Comenzamos a subir a través del hayedo-robledal de Soto en búsqueda de setas. El grupo de señores estaba especialmente interesado en las setas comestibles, ellos querían llevarse algo para la cena. Subimos y subimos y subimos, pero todo estaba un poco seco, hasta que hubo un punto de inflexión. Vimos de todo: seta de porcelana, amanitas (la roja con puntitos y otras), macrolepiotas, pedos de lobo, boletus, rúsulas y una seta muy especial, pero con un nombre rarísimo (Strobilomyces strobilaceus). Darío nos enseñó también un tronco de serbal de cazadores arañado por un oso. Resulta que a los osos no les gusta el olor de este árbol.

Llegamos a la cumbre, un prado idílico lleno de cabras, ovejas, vacas y un señor perro que nos llegaba por encima de la cadera. Quería pastorearnos, se pensaba que éramos su ganado. Nos ladraba y perseguía para agruparnos, pero no solo eso, empezó a modernos muy suave en las piernas. Nos reímos muchísimo la verdad.

En ese prado se encontraba el Refugio de Vegabaño. Fue llegar a las mesas del refugio y los señores que nos acompañaban sacaron de sus mochilas un pedazo de picnic super profesional: jamón, cecina, queso, pan de higo y, por supuesto, bota de vino. El refugio nos lo apuntamos para volver en el futuro, era precioso. Tenía huerto, un arroyo que pasaba al lado, gallinitas y su gallo. Una de nosotras se pidió tortos vegetarianos buenísimos. El refugio además conectaba con alguno de los Anillos de Picos. Mientras reponíamos fuerzas, algunas también vieron desde las mesas un gato montés cazando tranquilamente en el prado de enfrente. Este sitio es un espectáculo natural.

Justo nos íbamos a ir cuando, de repente, apareció una pareja con una bolsa sospechosa preguntando si alguien sabía de setas. El señor del albergue señaló a Darío y entonces ocurrió algo épico. Darío, con sus conocimientos sobre micología y su cargo como guía del parque nacional, sacó de su mochila dos guías de setas y vació la bolsa de la pareja sobre la mesa. Les dijo que no se podía recoger setas en este lugar y que, en todo caso, esto se debía hacer en cesta de mimbre. Fue identificando cada especie y resultó que alguna era dudosa.

Comenzamos a descender la montaña y regresamos al pueblo. Nos tomamos algo rápidamente, nos despedimos y nos fuimos a comer. Después fuimos a dos de los tramos del río Sella, donde el agua corría a gran velocidad, para muestrearlos. En las muestras de macroinvertebrados aparecieron por primera vez en todo el viaje unos crustáceos majísimos que nadaban super chulo. Todo marchó con normalidad, quitando que varias de nosotras se localizaron garrapatas correteando.

De camino al hostal paramos en un mirador para ver el atardecer y la Luna casi llena. Fue espectacular porque, mientras observábamos el cielo y las montañas, de fondo se escuchaba la berrea y el canto de varios cárabos.

Esa noche en la cena nos hicimos preguntas extrañas, jugamos a alguna cosilla y tomamos sidra para cerrar el viaje.

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